El 23 de Agosto de 1936 el joven cuentista Héctor Barreto (1917-1936) fue asesinado en misteriosas circunstancias en calle Serrano, casi al llegar a Avenida Matta, en Santiago. Héctor fue parte de ese extraordinario grupo ulteriormente conocido como la “Generación del 38”, artistas destinados a cambiar el destino de Chile: Un destino superior impulsado por un sentido trascendental de la vida, de valores y de justicia social.
Tuve la oportunidad de conocer a varias figuras de la “Generación del 38” y conocer, asimismo, ese espíritu que los animaba, esa atmósfera tan única, tan peculiar del Santiago antiguo, que comprendían desde fabulosas expresiones verbales a los ritos sociales de la “Religión de la Amistad”.
Recuerdo como si fuera ayer, los relatos de las aventuras y desventuras de Héctor Barreto, Julio Molina, Santiago del Campo, Homero López, Omar Cáceres, Jaime Rayo y por cierto, de Miguel Serrano. Artistas únicos y extraordinarios, quienes expresaron por medio de su arte la revelación de la vida y las aspiraciones de sus existencias.
¿Acaso no recorrimos también, la calle Lira donde se encuentran los rieles “más bellos del mundo” que nos conducirían a la inaccesible Ciudad de los Césares? Y Héctor señaló, parafraseando a Pablo de Rokha: “Amigos enloquecidos, ¡adiós, hasta la hora soberbia de los esqueletos!”.
¿Cómo olvidar las historias ociosas, el Arquitecto Inmóvil, la Defensa del Ídolo, Sombra y Sujeto o Ni por mar ni por tierra?
Evocamos todo esto hoy, en un nuevo aniversario de la partida de Héctor –el amado de los dioses–, cuando el alma de Chile se traslada al interior de la tierra, al sagrado mapu, a ese mundo paralelo del milagro y la magia, donde se encuentran nuestros verdaderos compatriotas –de sangre y espíritu–, a la espera de un nuevo Sol.
En 1939, una mano anónima escribió así sobre la muerte del inmortal Héctor Barreto: “Muere el hombre varonil y brujo. Aquel que encantó el día y la noche, muere el legendario transformador de objetos y montañas. Todos podrían haberlo oído. Porque fue él lo que más valió de él. Aún se escuchan a veces sus gestos propios y sus pasos inconfundibles sobre ciertas calles que Chile le regaló, y que ahora le pertenecen para siempre. Sobre San Diego y Arturo Prat muere, y camina, y ellas amorosas, se transforman al contacto dulce de sus “historias ociosas”…”.
Rafael Videla Eissmann
23 de Agosto de 2024